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martes, 16 de febrero de 2016

Tevez, de aquel líder positivo a este jugador desorientado

El emblema de Boca resume el estado de confusión de Boca; pasó de contagiar su liderazgo a naufragar en la cancha



 La primera imagen que rescata la memoria de este verano es la de un bronceado intenso y una sonrisa con aire de mar y relax. La segunda ya se trastoca en un gesto desafiante hasta provocar la reacción y posterior expulsión de Jonatan Maidana en el Superclásico de Mar del Plata. La tercera lo recuerda reprochando con severidad a Rodrigo Mora por su festejo del gol en la revancha ante River en Mendoza. Le sigue aquella que lo retrató fallando un gol cantado ante San Lorenzo tras ganarle la espalda a Caruzzo, en Córdoba. La última, la de este domingo, es todavía menos afortunada.


A los 40 minutos del segundo tiempo, con 0-1 en la chapa ante un Atlético Tucumán que ya jugaba con uno menos, Carlos Tevez deambulaba por la mitad de la cancha. Los brazos en jarra, la mirada perdida, los brazos utilizados como aspas para demostrar el descontento expresaban una mezcla de cansancio y fastidio. O de ambos a la vez, es decir, de hartazgo. Y el 14 de febrero parece una fecha prematura para sentirse harto.
Desde el mismo día que aterrizó en Buenos Aires, a mediados del año pasado, Tevez pasó a ser el hombre que explica a Boca. O al revés, Boca -club, equipo, estado de ánimo- se explica a partir de quien regresó del exilio como hijo pródigo. Y así como durante el semestre anterior su actitud fuera del campo y sus prestaciones sobre el césped alcanzaron y sobraron para entender por qué un equipo que había perdido la brújula tras la noche del gas pimienta fue capaz de alzar dos títulos, hoy buena parte de la confusión que vive el bicampeón argentino también encuentra argumentos en el dueño de la número 10.
"Estoy preparado para que no me supere el mundo Boca", dijo el ídolo xeneize el día de la presentación en La Bombonera, y durante meses, su aparente madurez recibió alabanzas desde los cuatro puntos cardinales del fútbol argentino.
Tevez se convirtió entonces en líder doblemente positivo. Fuera del césped porque su presencia sirvió para pasar la página de la eliminación en la Libertadores, para acercar el equipo a los hinchas y producir un feedback que retroalimentó la fe y la alegría. En la cancha, a pesar de arrastrar el agotamiento y los golpes de una temporada extenuante en la Juventus, levantó del lodazal a un equipo que dudaba de sí mismo y lo llevó de la mano a la conquista del torneo y la Copa Argentina. Pero además se mostró cambiado en el trato con árbitros y rivales, tolerante con los golpes, atinado en las declaraciones, incluso cortés en algunos casos: el esfuerzo que realizó en demostrar el dolor que le produjo haber fracturado a Ezequiel Ham, el volante de Argentinos Juniors, fue una prueba de la metamorfosis vivida desde su marcha a principios de 2005.
En la primera semana de noviembre, 24 horas después de ganar la Copa Argentina, Tevez se fue a disfrutar de casi dos meses de vacaciones, con los hinchas frotándose las manos pensando en lo que sería capaz de darle cuando volviese descansado y sin dolores. No fue así. O al menos, no por ahora.
La playa devolvió una persona mucho más parecida a aquella lejana que se fue al Corinthians que a la reciente que retornó de Europa. Como si la arena de la playa le hubiera endurecido los pies, de golpe Carlitos perdió el toque de la pelota, se evaporó su magia, desapareció su contundencia, incluso por momentos su garra. Como si el agua del mar le hubiera quitado la flamante pátina de hombre maduro empezó a descomponer su imagen con quejas, roces, reproches, malos gestos, tal es así que hasta la firma de autógrafos dejó de ser un hábito.
Las razones de la transformación solo puede saberlas y reconocerlas el propio protagonista; si acaso, su psicólogo. El resultado, en cambio, es más patente, y fue caer en la confusión. "Hay que empezar a correr y a meter", diagnosticó luego del 0-4 ante San Lorenzo, obviando lo más elemental: que Boca se olvidó de jugar. "La continuidad de Arruabarrena deben decidirla él y los dirigentes", dijo el domingo apenas concluido el partido, para modificar el discurso una hora más tarde: "Es una locura poder en duda a un técnico después de ganar dos títulos".
Y si hace unos meses el liderazgo positivo del 10 fue el principal argumento de un Boca campeón, hoy su confusión, su fastidio y su mal humor también sirven para explicar el desorientado Boca de estos días.
El domingo, en la última jugada del encuentro ante Atlético Tucumán, recibió un pase atrás cerca de la medialuna del área, giró, le pegó de derecha y la pelota aterrizó en la última fila de la tribuna baja: si desde su llegada, Carlos Tevez se convirtió en metáfora y síntoma de todo lo que acontece en el club resulta difícil encontrar un resumen más gráfico de lo que está pasando en Boca.
rc/ae.

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