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viernes, 30 de septiembre de 2016

Guillermo Sara: "Esperaba este desafio desde que llegué a Boca"

El héroe de los penales ante Lanús disfruta su presente en el arco azul y oro, luego de heredar el buzo con el Nº 1 en su espalda



 En ocasiones, las oportunidades se dan en los momentos menos pensados y hasta en contextos incómodos. El caso de Guillermo Saraen Boca forma parte de ellos. El rafaelino arribó al club de la Ribera en enero de 2015 y debió adaptarse a la siempre complicada situación de jugar muy de vez en cuando, detrás de la figura de Agustín Orion. Lo mismo había ocurrido desde julio de 2011 con el uruguayo Sebastián Sosa, Oscar Ustari y Emanuel Trípodi, entre otros. Encima, cuando Orion decidió irse, tras la eliminación en la última Copa Libertadores, Sara fue testigo del pedido público de los mellizos Barros Schelotto por Agustín Marchesín. Pudo emigrar, pero prefirió no bajar los brazos y quedarse a pelear un lugar. Y después de un período de indefiniciones entre julio y agosto, tuvo premio: el buzo con el Nº 1 en la espalda quedó en sus manos.




Pasaron apenas ocho semanas desde aquel momento de incertidumbre y la noche del miércoles, en la que Sara se convirtió en héroe frente a Lanús, al detener los penales de Pasquini y de Braghieri en la definición, y darle una gran mano a Boca, para que avance a los cuartos de final de la Copa Argentina.

- Fue una noche soñada.

-Triunfos como estos me dan mucha felicidad. Me dan a entender que mi trabajo está dando sus frutos. Estoy muy agradecido a los hinchas de Boca, porque no creo ser merecedor de tanto cariño. Espero retribuirlo con el paso de los partidos.

-El arquero muta de héroe a villano muy fácilmente, ¿cómo se trabaja eso en lo anímico?

-No es fácil. Yo trabajé con una psicóloga hasta no hace mucho tiempo, porque hoy sos Dios y mañana, el Diablo. Es así, estamos expuestos a eso. Y si uno no está preparado o no tiene la suficiente experiencia, puede afectar. Lo importante es pasar rápido de página y mirar lo que viene, que siempre es lo más importante. Si tuviste un error, tratá de aprender y afrontá lo que viene.

-¿La gente es muy visceral?

-Cualquier jugador de fútbol sabe que es así. Acá, en China o donde sea. El fútbol es muy pasional. Lo que sí creo es que todo se fue agravando. Hoy hay una locura y una enfermedad impresionante detrás del fútbol. Tiene su lado bueno cuando ganas, pero en una cancha visitante tenés que escuchar y aguantar todas las barbaridades que te dicen y, si devolvés un insulto, estás incitando a la violencia. Son las reglas que tenemos y hay que aceptarlas.

-¿Cuánto se jugaban con Lanús?

-Sabemos lo que significa en este club la Libertadores y por eso en este semestre tomamos a la Copa Argentina con una responsabilidad mayor a lo que fueron las ediciones anteriores. Pero Boca está obligado a ser protagonista de todas las competencias que juegue y no puede desatender ninguna.

-¿Si llegaba otro arquero te ibas?

-Había mucha incertidumbre de parte de todos en ese momento. Pero yo tenía claro que quería ser el arquero de Boca. En lo único que pensé fue en ponerme a trabajar, sabiendo que tenía mucho tiempo por delante y tenía la esperanza de que este desafío llegase. Y bueno, el trabajo y el esfuerzo que hice en todo este tiempo me terminó premiando y dando frutos. Con Guillermo tuvimos una charla, dejamos las cosas bien claras, y eso también me dio tranquilidad para trabajar. Estoy contento porque lo que vivo es el claro ejemplo de que con esfuerzo las cosas se consiguen.

-¿Sentís que estás mejor desde que sos el Nº 1 de Boca?

-Si. Hoy sé que todo depende mucho más de mí. Y tener esta posibilidad era lo que venía buscando desde que llegué a Boca. Es algo duro, difícil, muy grande, pero era lo que esperaba. Asumo esa responsabilidad y la acepto.

¿Qué otro deporte te gusta?

-El golf me encanta. Cada vez que puedo, lo juego.

-¿Ya jugaste con Tevez?

-Un par de veces. Carlos juega muy bien. Mejor que yo, pero ya lo voy a alcanzar.

-¿Qué extrañan de Carlos mientras dura su suspensión?

-No hay en el fútbol argentino un jugador de su calidad. Cuando él está en la cancha los rivales tienen otra actitud por la atención que les implica tenerlo ahí. Pero como equipo tenemos que conseguir que su ausencia se note lo menos posible. En el segundo tiempo con Belgrano lo demostramos, y con un hombre menos. Y algo similar pasó ante Quilmes. Pero, al margen de lo futbolístico, sin Carlos perdemos a alguien que anímicamente aporta mucho y que es fundamental en el vestuario. Lo mismo pasa con Fernando (Gago), que es un líder natural y con mucha experiencia.

-¿Tenés tiempo para hacer una pausa y disfrutar? ¿Cómo viviste tu primera vez en la Bombonera como arquero titular de Boca?

-No es fácil, porque uno siempre está demasiado metido en lo que pasa. Pero después del partido con Belgrano me invadió una felicidad y una alegría que hacía mucho que no sentía. Ser partícipe de algo tan lindo y tan grande como es ganar en la Bombonera es único. Por primera vez sentí todo como algo propio.

-¿Sos consciente de que una buena actuación en Boca puede significarte llegar a la selección?

-Históricamente fue así. Pero hoy tengo la cabeza acá; y si bien sería algo hermoso representar algún día a mi país, creo que mi puesto en la selección está muy bien cubierto.

-¿Cuáles son las ventajas y las desventajas de tener un hermano gemelo?

- (Se ríe) La desventaja es que tenés que compartir todo. Pero estoy muy contento. Tengo una excelente relación con Gabriel. Particular, diferente a cualquier otra. Yo también tengo dos hermanas, a quienes quiero muchísimo, pero el vínculo es otro. El lazo con mi hermano es diferente, porque hicimos la escuela juntos, jugamos al fútbol juntos. Todo juntos. Hace algunos años que me fui de Rafaela y la distancia nos separó un poco, pero estamos en contacto continuo. Cuando puede se viene para acá, y cuando yo puedo voy para allá y me quedo con él.

-Si un día viene a Boca, se hace pasar por vos y entra al vestuario, ¿alguien se da cuenta?

-Nos pasó en España, cuando jugaba en Betis. Gabriel vino a visitarme y lo llevé al club. Le di el bolso y le dije que se metiera él al vestuario. Entró, saludó a todos mis compañeros, empezó a cambiarse y no lo notaron. Al rato entré yo y nadie entendía nada.

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